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Carga de vehículos eléctricos en el barrio Punta Carretas, en Montevideo.
Pablo Vignali / adhocFOTOS
“El gran ausente son los aspectos vinculados al transporte público, sacando la electrificación. No hay ninguna meta para promover que el transporte público gane participación en los modos de moverse por la ciudad ni ninguna medida de fondo, como la reestructura de líneas”, opinó Morató.
Si bien reconocen que la electrificación del transporte es un elemento necesario para transitar hacia la neutralidad de carbono —ya que dicho sector es responsable del 47% de las emisiones de Montevideo—, consideran “imprescindible” avanzar hacia un modelo de movilidad que no esté basado en el uso del auto individual. Según explican, ese sistema, además de implicar un consumo importante de energía (a combustión o eléctrica), tiene varias desventajas, como una mayor siniestralidad vial, un uso más intensivo del espacio urbano y una menor accesibilidad para personas con movilidad reducida.
Señalan que incluso si se alcanza la electrificación total del transporte, “esto no resolvería las externalidades mencionadas”, por lo que el eje estratégico debería ser la transición hacia un sistema de transporte con mayor participación de la movilidad activa (caminata, bicicletas) y el transporte público, y un menor uso del auto particular, “incorporando la electrificación del transporte motorizado como un elemento necesario, pero no central”, opinan.
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Parada de ómnibus en la plaza 1° de Mayo, en Montevideo.
Pablo Vignali / adhocFOTOS
Metas intermedias
El colectivo Ciudad Abierta también formuló sugerencias sobre el camino para llegar a las metas. Por ejemplo, recomendó agregar metas intermedias, como que para 2030 el 50% de las unidades de ómnibus de transporte público en circulación sean eléctricas y que se incorporen zonas de cero emisiones para vehículos de carga y de pasajeros. También reducir la velocidad máxima urbana a 30 km/h, con excepción de avenidas o vías rápidas; que el 100% de las calles con velocidades del tránsito superiores a 30 km/h tengan espacio para caminar; el 100% de las esquinas de la ciudad consolidada con rampas; “pacificación del tránsito” en el entorno del 20% de las escuelas de Montevideo, y alcanzar las cero muertes de peatones en el tránsito en la zona urbana de la capital, entre otros puntos.
“El plan de la IM mantiene a la ciudad exactamente como está, toda pavimentada”, criticó por su parte Morató. Aseguró que “no hay metas ambiciosas” para cambiar la realidad, y puso como ejemplo el objetivo referido a la construcción de ciclovías. “El documento dice que la meta es llegar a los 200 km de ciclovía en el 2040 y eso es muy poco. Para que la bicicleta sea una alternativa de movilidad real, mínimo todas las avenidas tendrían que tener ciclovías protegidas y separadas, por lo que habría que llegar a los 400 km”, explicó.
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Barrio Prado de Montevideo, sobre la calle 19 de abril.
Javier Calvelo / adhocFOTOS
Arbolado e infraestructura
La propuesta de Ciudad Abierta plantea que, sin desconocer el rol de los parques y bosques urbanos, el plan de la IM debe “asignar un mayor énfasis al arbolado en las calles”, tanto por su importancia para la regulación de la temperatura como por ser una superficie permeable ante las inundaciones. Así, recomiendan plantar nuevas especies en las veredas, en la faja de estacionamiento en calles o en mitad de la calzada en calles con prioridad peatonal, además de diseñar un arbolado “que funcione como dispositivo de drenaje urbano sostenible”.
En materia de infraestructura y edificaciones, en tanto, el colectivo señala que la integración de infraestructuras sostenibles, movilidad, arbolado y otros elementos urbanos es esencial para construir ciudades bajas en carbono. En ese marco, el grupo recomienda “establecer como obligatoriedad” la necesidad de utilizar dispositivos de drenaje sostenible y disponer espacios verdes en cada obra de mejora o renovación urbana. También plantea adoptar en toda la ciudad los jardines de lluvia y el pavimento permeable —“dada la exposición de Montevideo al riesgo de inundaciones”— y establecer como meta a 2030 haber realizado al menos un piloto de gestión urbana innovadora. Como ejemplo propone ensayar una distribución del espacio diferente (saliendo del esquema vereda-calzada) en algunas manzanas de la ciudad, con sistemas de drenaje sostenibles, vegetación y áreas de juego, donde los autos puedan entrar pero se desestimule el tránsito de paso, priorizando la caminata y la bicicleta.
“El Departamento de Planificación de la IM ya tiene identificada una zona potencial para esto, en el polígono formado por Rodó, Constituyente, Canelones y Bulevar Artigas”, asegura el documento.
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Mujer recorre en bicicleta una calle de Montevideo.
Javier Calvelo /adhocFOTOS
Morató, en tanto, criticó los dichos de Verónica Piñeiro, gerenta de Gestión Ambiental de la comuna, quien sostuvo en diálogo con la diaria que para aumentar el arbolado de la ciudad en un 50% para 2040 —objetivo al que la entonces intendenta Carolina Cosse se comprometió en la COP21— iban a centrarse en los bosques urbanos, porque “obviamente la única línea no puede ser plantar veredas”.
“El trasfondo de eso es que imaginan una ciudad de acá a 20 años exactamente igual a como es ahora, con un modelo que implica cemento por todos lados y poca capacidad de gestionar el agua de lluvia”, comentó Morató. Y agregó: “Si estamos realmente pensando en un plan a 2045, tenemos que animarnos a plantear una visión que sea más ambiciosa y más transformadora de la ciudad. Si asumimos que hay una emergencia climática, seamos valientes en lo que proponemos”.
Desde la IM, dijeron a Búsqueda que la construcción del plan aún no terminó y que todavía se están procesando los más de 20 aportes recibidos para incorporar al documento. Igualmente, destacaron que ya se celebraron al menos tres instancias de consulta pública en la que participaron cerca de 180 personas, entre integrantes de las Comisiones de Ambiente de los barrios, técnicos de la IM, organizaciones sociales y academia.
Más miradas
Carolina Cuesta, coordinadora del movimiento Fridays por Future Uruguay, cofundadora de la Red de Jóvenes para la Justicia Climática y la Red de Jóvenes para la Reducción de Riesgo de Desastres de Américas y Caribe, celebró la creación del plan por parte de la IM y la incorporación de “varias metodologías innovadoras”. Al mismo tiempo, señaló que falta involucrar a la sociedad civil.
“Aunque se mencionan proyectos “de base”, la participación de la sociedad civil no debe limitarse a la consultoría, sino que también deberían liderar y adaptar las acciones al territorio”, dijo a Búsqueda.
Respecto a las estrategias planteadas en el plan, Cuesta dijo que el transporte basado en combustibles fósiles “es una asignatura pendiente” si se quiere alcanzar la neutralidad en carbono. Sin embargo, explicó que para modificar el transporte, también se debe tener en cuenta las necesidades de las personas que habitan la ciudad. En esa línea, opinó “faltó una consideración específica de las necesidades y usos del espacio por parte de mujeres y jóvenes”.
“Moverse por la ciudad es sostener los cuidados de la ciudad. Además, frente a los desastres climáticos, estos roles deben ser considerados porque es así que las mujeres y disidencias acaban siendo más afectadas”, señaló. En cuanto a las juventudes, mencionó que es importante determinar cómo se podrían hacer los espacios públicos “más seguros y atractivos”, y qué lugares podrían existir “para invitar al encuentro” ante eventos climáticos extremos.
“En la caracterización socio-económica de Montevideo no aparecen como grupo etario las infancias y son numerosos los riesgos diferenciados a los que se ven expuestas: más probabilidades de sufrir efectos de contaminación atmosférica, menor capacidad para regular su temperatura corporal, más propensión a sufrir casos de deshidratación (…) ¿Esto se consideró?”, cuestionó Cuesta.
Por su parte, la también cofundadora de Red de Jóvenes para la Justicia Climática, fundadora del proyecto Biochangers e integrante de Mesa Adolescente de UNICEF, Sofía Pitetta, dijo a Búsqueda que la creación de este tipo de planes constituye “un paso esencial” para cumplir objetivos que se tienen desde hace años. Sostuvo que le parece “un buen enfoque” electrificar tanto vehículos individuales como colectivos, aunque señaló que “quizás hay pasos previos que se omitieron o no fueron lo suficientemente eficaces”.
Además, dijo que los objetivos desarrollados en el plan pueden parecer “un poco generales”, y para que sea eficiente, una política climática “debe considerar varios aspectos durante su proceso de realización”, como la perspectiva de los grupos más vulnerables, la evaluación de planes de acción ya establecidos y si, frente a la población actual, se cree posible alcanzar las metas.
“Pienso firmemente que esta estrategia era necesaria ante la emergencia climática a la que nos enfrentamos y sin duda puede ser aún más ambiciosa. Sin embargo, los objetivos podrían ser más puntuales y pragmáticos para una mejor implementación y ejecución”, opinó.