A decir verdad, nunca me destaqué por mi perfección en la letra. Y no la tenía fácil en la escuela para hacer la s mayúscula de mi nombre con todas sus curvas, y ni que hablar de la t mayúscula de mi apellido con sus ornamentos. Hace poco, buscando en el Manual de cocina del Instituto Crandon, que perteneció a mi madre, encontré entre sus páginas unas recetas escritas por mí cuando era niña. “Pero qué fea letra”, fue lo primero que pensé. Después me vino una especie de cariño por ese esfuerzo en hacer la “z con colita” y de que quedara todo claro para quien pudiera leerlo. Aquí te dejo las recetas, por si querés probar alguna. Yo no recuerdo haberlas puesto en práctica:
No sé cuántos años tenía, pero era escolar. “Mal uso de algunas mayúsculas y muy desprolija”, me hubiera dicho la maestra. Menos mal que no puede saber en qué se convirtió mi manuscrita.
Sigo ahora con otra receta, que no es mía, sino de la reina Isabel II de Inglaterra, porque para competir en letra hay que poner la vara alta. Está fechada en enero de 1960 y se la envió al entonces presidente de Estados Unidos, Dwight Eisenhower. Comienza así:
Estimado señor presidente: Al ver una fotografía suya en el periódico de hoy, asando codornices en una barbacoa, me he acordado de que no llegué a enviarle la receta de los scones que le había prometido en Balmoral.
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Del libro 'Cartas memorables'
“¡Qué linda letra!”, diría la maestra. Seguramente, la reina había estudiado caligrafía, el “arte de escribir con letra bella y correctamente formada”, según define el Diccionario de la lengua española (DLE). Además, escribía con pluma, dominaba el espacio y las sangrías. Realmente un arte la caligrafía, que también se define como el “conjunto de rasgos que caracterizan la escritura de una persona, de un documento, etc.”. Por si querés hacer los scones, acá está la receta de la mismísima reina:
Esta carta de Isabel II es la primera que aparece en un libro precioso que te recomiendo: Cartas memorables (Salamandra, 2014). Incluye la correspondencia de figuras famosas de la historia y también de personas anónimas que en algún momento enviaron su misiva a alguien con muestras de admiración, de ruego, enojo o denuncia.
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En el mismo libro encontré una carta más tétrica fechada en octubre de 1888. Se supone que se la envió Jack el Destripador a George Lusk, el presidente del Comité de Vigilancia de Whitechapel. Ese comité estaba integrado por un grupo de ciudadanos que colaboraron en la búsqueda del terrible asesino de mujeres. La carta iba acompañada de la mitad de un riñón. El firmante aclaraba que pertenecía a una de sus víctimas y que la otra mitad se la había comido. Para coronar lo macabro, la tituló “Desde el infierno”.
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Del libro 'Cartas memorables'
¿Dirá algo esta letra manuscrita de la personalidad de quien la escribe? Es una pregunta para especialistas en el tema, pero me atrevo a decir que su escritura transmite un ser perturbado. Además tiene varias faltas de ortografía. No sé si la maestra hubiera tenido palabras para aconsejarlo.
Otra curiosidad del libro: la carta que en 1940 le envió un adolescente Fidel Castro al entonces presidente de Estados Unidos, Franklin D. Roosevelt, para manifestarle su satisfacción por haber sido reelecto. El inglés de Fidel era muy rudimentario, pero la letra yo diría que era perfecta para su edad. El contenido causa mucha gracia porque 13 años después Fidel estaría encabezando la revolución que terminó con el dictador Fulgencio Batista. Y todo lo demás ya se conoce.
Así comienza la carta según la traducción del libro:
Mi buen amigo Roosevelt, no sé muy inglés, pero sí sé bastante para escribirte. Me gusta oír el radio, y soy muy feliz, porque oí en el radio que serás presidente por un nuevo (período).
A continuación, el joven Fidel le pide a Roosevelt un billete de “diez dólares verde americano” porque nunca vio uno, y además le ofrece la ubicación de las minas de hierro más grandes de Cuba por si necesita construir barcos. La carta recibió una respuesta estándar de un funcionario que la envió sin billete verde ninguno. En 1977 fue redescubierta por la Administración Nacional de Archivos y Documentos estadounidense.
Esta es la carta, ¿te dice algo la letra de Fidel?
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Del libro 'Cartas memorables'
Ahora una de otros famosos. En 1970, el escritor Mario Puzo le envió al actor Marlon Brando una carta. Le decía que había escrito una novela titulada El padrino y que veía en él al mejor actor para interpretar el papel protagónico en la película que produciría Paramount. Se lo escribió así:
Creo que usted es el único actor capaz de representar con la fuerza serena y la ironía (el libro es un comentario irónico de la sociedad americana) que requiere el papel.
Después de esa carta, siguió una historia más que conocida. Francis Ford Coppola dirigió El padrino, la película que superó al libro. En 1973 fue multipremiada con cinco Globos de Oro y tres premios Oscar a Mejor película, Mejor guion adaptado para Puzo-Coppola y Mejor actor para Brando por su papel de Vito Corleone (que no fue a recoger a la ceremonia). Buen ojo el de Puzo, y el de Coppola, claro.
Pero me interesa regresar a la carta de Puzo y a su letra. “¡Qué desprolijo”, diría la maestra. Se ve que estaba ansioso y no tuvo la calma suficiente para reescribirla, incluso cuando su fin era seducir a Brando con el personaje. Y eso que no estaba usando pluma.
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Del libro 'Cartas memorables'
De amor y de muerte
Ay, el amor. Si habrá generado cartas manuscritas con pluma, manchas de tinta, tachaduras de biromes y corazones hechos con mano temblorosa. Los epistolarios son un género literario en sí mismos, por su especial búsqueda de un estilo narrativo para comunicar reflexiones, amarguras, anécdotas domésticas y hasta perversiones. Incluso esas cartas reales han tenido un espejo en la ficción: la novela epistolar.
La poeta uruguaya Delmira Agustini le dirigía cartas a su marido, Enrique Job Reyes, y las firmaba como La Nena. Pero la suya no era una correspondencia de amor. Se habían casado en 1913 y su matrimonio duró menos de dos meses. Ella volvió a su casa paterna, donde la esperaba una madre dominante, y muy pronto llegó su destino trágico: el 6 de julio de 1914, a pocos días de haberse divorciado, Reyes la asesinó de dos disparos en la cabeza y luego se suicidó.
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Retrato de Delmira Agustini publicado en 1907 en el poemario El libro blanco (frágil)
Wikipedia
Delmira llevaba otra correspondencia, menos ingenua y más sincera, con Manuel Ugarte, un intelectual y diplomático del que estuvo enamorada desde antes de casarse. Yo debí decirle que usted hizo el tormento de mi noche y de mi absurda luna de miel, le escribió a su amado poco después de casarse.
Lamentablemente, no pude encontrar estas cartas manuscritas de Delmira. Me intriga saber cómo era su letra, si difería entre uno y otro remitente. Si te interesa, hay varios libros que recogen sus misivas amorosas. Entre ellos, Cartas de amor y otras correspondencias (Cal y Canto, 2006), con prólogo de otra gran poeta, Idea Vilariño.
Sí encontré en la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes una de las tantas cartas que Delmira le envió al poeta nicaragüense Rubén Darío, quien elogió siempre su obra:
Con cuanta razón me recomienda Vd. tranquilidad! Para demostrarle mi estado de ánimo estos días bástele lo siguiente: como creía casarme muy pronto, ya había dicho á mi novio que pensaba sostener siempre correspondencia con Vd.
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Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes
Qué trabajo escribir con pluma, con razón usaban abreviaturas. Y qué terrible esos pedidos de permiso al futuro marido, como terribles son las huellas anímicas que Delmira fue desgranando en su correspondencia.
Otras cartas tristemente célebres son las de suicidas, que en general dirigen a algún ser querido. Si la escribe alguien como Virginia Woolf, su despedida se convierte en una pieza literaria, tan bella como dolorosa. La de Virginia iba dirigida a su esposo Leonard Woolf. Dice al comienzo:
Estoy enloqueciendo de nuevo. Creo que no podremos volver a pasar otra vez por una de esas terribles etapas.
Y finaliza:
No puedo seguir arruinando tu vida. No creo que dos personas puedan haber sido más felices de lo que hemos sido tú y yo.
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¿Cómo pudo haberla escrito con esa letra clara, prolija y pareja? Posiblemente, en ese momento estaba serena. Después dejó la carta en algún lugar visible para Leonard, se puso un sobretodo, llenó sus bolsillos de piedras y se encaminó hacia el río Ouse para sumergirse en sus aguas.
Ahora voy a cambiar de tema porque me estoy poniendo triste.
¿Volver a la manuscrita o seguir tecleando?
En 2020 hice una nota sobre la letra cursiva y su destino. Entrevisté a varias personas para preguntarles si la usaban. Como era previsible, lo siguen haciendo a menudo quienes cursaron escuela o liceo en la época precomputadora, aunque admitieron que su letra se fue deformando con el tiempo.
Una maestra de primer año de escuela, con más de 20 años de profesión, me dijo que aún figura en los programas escolares, pero que hay libertad para enseñarla. “En mi caso, si hay niños más lentos para leer y escribir, no se la exijo, pero sí les pido que hagan la práctica motriz”, me explicó.
Un testimonio más reciente me llegó por una amiga. Ahora su hija es adolescente, pero cuando estaba en primero de escuela los padres le fueron a reclamar a la maestra la enseñanza de la cursiva y recibieron esta respuesta tajante y sabionda: “El mundo no está escrito en cursiva”. Mi amiga comenta ahora: “Eso te imaginás las repercusiones que tuvo, (mi hija) escribe en cursiva aún hoy muy mal (usó otro término menos elegante), porque nunca aprendió, ni en segundo, ni en tercero…”.
Lo que ocurre en las escuelas uruguayas no es tan distinto a lo que ocurre en las de otros países. En 2016, Finlandia decidió que era más importante enseñar mecanografía que la cursiva. El argumento: los niños aprenden más rápido la letra de imprenta y, además, la cursiva la usan solo en el salón de clase, mientras que la mecanografía la usarán en su futuro, siempre.
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Emmanuel Sevilla/Wikipedia
Sin embargo, países que abandonaron la enseñanza de la cursiva en las escuelas ahora están reviendo su posición. Es el caso de Canadá, que en 2023 la volvió a incluir en sus programas. También está en debate su enseñanza en varios estados de Estados Unidos y en países europeos. Educadores, psicólogos e investigadores han visto un retroceso en el aprendizaje de los niños a medida que ha desaparecido la práctica de la letra ligada. Dicen que el uso de la cursiva en primer año de escuela mejora también las habilidades lectoras. De todas formas, como lo indica este artículo de la BBC, no hay unanimidad entre especialistas sobre destinar más tiempo a la manuscrita que al teclado.
Mientras tanto, la caligrafía y el lettering (el arte de dibujar letras) están teniendo su mejor momento entre diseñadores, artistas y aficionados. Y a lo mejor ese será el destino que tendrá la cursiva en su estado puro, sin ganchos raros que la deformen ni mezclada con letra de imprenta. La veremos en el arte. No es un mal destino, después de todo.
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Antes de dejarte, te recomiendo una nota de Pablo Staricco sobre César Charlone, gran fotógrafo de cine que ha triunfado en el exterior, y también la nota que Javier Alfonso le hizo al escenógrafo Osvaldo Reyno a propósito de su muestra Un protagonista detrás de la escena, que se exhibe en el Museo Zorrilla.