Un año de gobierno signado por los cimbronazos de la pandemia y una impronta presidencialista sin “más tiempo para excusas”

escribe Federico Castillo 
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Hay un antes y un después en la película del primer año de gobierno del presidente de la República, Luis Lacalle Pou. El asunto es que las dos partes de esta trama están muy desequilibradas. El antes tiene solo 12 días. No pasó mucho en el comienzo. No hubo tiempo para que ocurra algo. Y el después, con un inesperado y precoz giro argumental, se acaparó casi todo lo que sobrevino hasta llegar a este último martes 2 de marzo de 2021 en el que el mandatario se paró frente a la Asamblea Legislativa para hacer una rendición de cuentas de su gestión y anunciar algunos de los ejes temáticos futuros. “Ya no hay más tiempo para excusas”, dijo el presidente ante los legisladores.

El viernes 13 de marzo de 2020, Lacalle Pou estaba en el norte del Uruguay, en una chacra en la zona de Cainsa en Bella Unión. Era uno de sus primeros viajes al interior. En este caso para inaugurar la cosecha de arroz. Fue en la otra punta del país, en una época lejana en la que las aglomeraciones eran perfectamente válidas y los tapabocas estaban restringidos a los quirófanos, que el presidente se enteró de que el coronavirus ya circulaba en Uruguay. Se habían confirmado los primeros casos. Lo que siguió, el después, tuvo ritmo de vértigo. El presidente voló en helicóptero desde Artigas a Montevideo, se reunió con el Consejo de Ministros, llamó a conferencia de prensa y anunció la emergencia sanitaria. Todo en una jornada caótica en la que las redes sociales y los informativos mostraban cómo la gente desbordaba los supermercados para abastecerse de artículos supuestamente esenciales para enfrentar a un “enemigo invisible” que ni siquiera había mostrado sus dientes. Se suspendieron las clases y los espectáculos públicos, se cerraron las fronteras, muchos comercios bajaron sus persianas, las calles quedaron prácticamente vacías. A solo dos semanas de asumir, ese era el impensado escenario que miraba Lacalle Pou desde lo alto del piso 11 en la Torre Ejecutiva.

Lacalle Pou durante la conferencia de prensa luego de reunión del gobierno por los primeros casos de coronavirus en Uruguay. Foto: Santiago Mazzarovich / adhocFOTOS

La pandemia monopolizó la agenda de los primeros meses de gobierno. De alguna manera lo reconoció el presidente en el Palacio Legislativo, donde hizo un relato pormenorizado y muy detallista de las acciones llevadas a cabo para atender al virus y sus consecuencias. El gobierno y la pandemia, se tituló el primero de los tres capítulos del resumen que leyó en el Parlamento. El gobierno a pesar de la pandemia, llevó por nombre el segundo. Ambos ítems le ocuparon al presidente un 80% de su exposición.

Al inicio de la gestión difícilmente se pudo colar algún otro tema por las pocas rendijas abiertas que dejó el coronavirus. Un asunto emergente fue la consecuencia de bajarle las luces a la economía. Aparecieron las ollas populares en los barrios y los reclamos de distintos colectivos de trabajadores exigiendo subsidios. El presidente enumeró los casos que se atendieron. Informó que el total de recursos destinados durante el 2020 para la pandemia fue de US$ 1.217 millones, un 2,3% del Producto Bruto Interno (PBI).

Fueron semanas y semanas con la gente encerrada en sus casas mirando por la televisión las conferencias de prensa del gobierno que informaba sobre el avance de la enfermedad, el conteo de casos y muertes y los “rescates” de uruguayos varados en el exterior bajo el comando exclusivo del excanciller Ernesto Talvi.

Por esos días, el presidente tuvo que dar sus primeros exámenes como gobernante. Soportó la presión de la oposición y de colectivos médicos que reclamaban una cuarentena obligatoria ante un posible desborde de los centros asistenciales. Pero tomó la decisión —confesaría luego que fue una de las más difíciles y solitarias— de seguir apostando a la libertad responsable de los uruguayos.

El carácter presidencialista en extremo fue un signo de su primer año de gestión. Acaso el que más lo sufrió fue el propio Talvi, que tras varios encontronazos en la Torre Ejecutiva, muchos de ellos en reclamo por una gobernanza más en consulta con los socios de la coalición, terminó renunciando a su cargo y alejándose de la política.

Foto: Javier Calvelo / adhocFOTOS

Lacalle Pou hizo carne el concepto “me hago cargo” que tanto repitió en su campaña. Y así lo dejó claro en varias acciones que correrían en paralelo a los focos de la pandemia. Atravesó sin mayores lastimaduras el episodio de la renuncia de Talvi. Y no tuvo ningún pudor en activar la marcha atrás en muchas de las decisiones tomadas en una administración que se tomó su tiempo para llenar los cargos directores en los diferentes entes estatales. En mayo, plena pandemia, telefoneó al ingeniero Guillermo Iglesias y le comunicó su cese como presidente de Antel luego de que trascendiera que había firmado una resolución por la cual se presupuestaba a 857 personas que estaban contratadas en régimen de función pública. En junio le pidió la renuncia al presidente de la Corporación Nacional para el Desarrollo (CND) Miguel Loinaz, que se despachó con unas polémicas declaraciones en Búsqueda sobre su forma de gestionar el organismo.

También en junio, pocos días después, tuvo que abandonar su flamante cargo como vicepresidente de la Administración Nacional de Puertos el dirigente de Cabildo Abierto Gastón Bianchi, tras un artículo de Búsqueda que expuso agraviantes declaraciones del jerarca en redes sociales sobre otros miembros del gobierno.

La tónica en esos meses fue corregir sobre la marcha. Al menos si estos errores quedaban expuestos a la luz y consideración pública. Prueba y error. Marcha atrás. Todo mientras Uruguay parecía flotar en una cómoda isla en la región y era señalado en el mundo como ejemplo de manejo de la pandemia. Lacalle Pou daba entrevistas a medios del exterior apuntalando este concepto. Y en Uruguay se les hacía homenajes a los científicos que asesoraron a Presidencia.

Durante una reunión en Consejo de Ministros en Torre Ejecutiva. Foto: Javier Calvelo / adhocFOTOS

Las leyes fundamentales

En el medio, la coalición tuvo que demostrar qué tan aceitada estaba su mayoría parlamentaria durante la discusión de dos leyes fundamentales para el gobierno de Lacalle Pou, la Ley de Urgente Consideración (LUC) y la Ley de Presupuesto. Ambas normativas se aprobaron sin dramatismo ni tensión entre los socios. El presidente dedicó unos minutos de su discurso a valorar la tarea del oficialismo en ese sentido. El trabajo en el Parlamento estuvo caracterizado por el accionar de la mayoría que impuso la coalición, aunque tuvo algunos episodios que dejaron heridas que ahora buscan ser curadas con la promesa de más diálogo y mesas permanentes de seguimiento de los temas. El caso paradigmático fue la discusión con Cabildo Abierto por la ley forestal.

Según un estudio sobre el primer año de gestión del nuevo gobierno, elaborado por el Departamento de Ciencia Política de la Facultad de Ciencias Sociales, se presentaron 286 proyectos de ley. La cifra es menor si se compara con los inicios de las tres legislaturas anteriores: 437 en 2005, 399 en 2010 y 451 en 2015.

El 37% (106) de los proyectos fueron enviados por el Poder Ejecutivo. Según el estudio, la caída en la presentación de iniciativas legales se puede explicar porque varias fueron incorporadas por la LUC. Entre marzo y diciembre de 2020, se aprobaron 75 leyes, 62 de ellas iniciadas por el Poder Ejecutivo. Solo siete de ellas fueron rechazadas en general por el Frente Amplio.

“Estos datos confirman que el Poder Ejecutivo apoyado en una mayoría en las cámaras, sigue siendo el principal legislador del sistema político uruguayo”, se dice en el informe. Un volumen inferior de proyectos del Poder Ejecutivo combinado con alto nivel de aprobación llevó a que aumentara la tasa de efectividad legislativa de esta administración. Según ese índice, es del 58%, muy por encima de anteriores legislaturas: 36% en 2005, 31% en 2010 y 28% en 2015.

“El factor principal que explica la eficacia del Poder Ejecutivo es sin duda la existencia de una mayoría legislativa (de coalición) que apoya al gobierno, controla el poder de agenda de ambas cámaras y privilegia las iniciativas del gobierno”, se afirma en el documento.

Durante su primer año el presidente demostró que elige sus interlocutores en la oposición. No se los imponen. Tuvo breves diálogos políticos con la intendenta de Montevideo, Carolina Cosse, y con el jefe comunal de Canelones, Yamandú Orsi. Y cuando quiso hablar sobre el devenir de la pandemia, eligió hacerlo con el expresidente de la Administración de Servicios de Salud del Estado (ASSE) Marcos Carámbula. “Tenemos vocación de diálogo”, dijo en su discurso en el Parlamento. Y acudió a una de las frases que integran su manual: “Firme con las ideas, suaves con las personas”.

Carolina Cosse y Luis Lacalle Pou durante la inauguracion de la UAM, Montevideo. Foto: Daniel Rodriguez /adhocFOTOS

La orilla de las vacunas y la política exterior

El proceso de la llegada de las vacunas, que coincidió con el peor brote de la enfermedad en el país, fue acaso uno de los episodios más estresantes para Lacalle Pou. La oposición cargó tintas por la demora en acceder a la inmunización, que estuvo manchada por un evento particular, y rodeado de más preguntas que respuestas, que le costó el cargo a un funcionario del Ministerio de Salud Pública (MSP). La historia oficial es que el entonces coordinador de Relaciones Internacionales y Cooperación de la cartera, Franco Alaggia, le respondió en noviembre pasado al laboratorio Pfizer que Uruguay no estaba interesado en sus vacunas. La versión que salió desde Presidencia es que lo hizo de manera inconsulta. Y que por eso tuvo que abandonar su cargo y que por eso la negociación con los laboratorios se retomó desde la Torre Ejecutiva.

Fue otra turbulencia que Lacalle Pou piloteó sin mayores consecuencias, aunque quedaron resquemores con los socios de Cabildo Abierto y el ministro de Salud, Daniel Salinas. Nubarrones que parecieron disiparse con el aterrizaje del avión con las vacunas. La orilla que todo el gobierno quería ver tras tanta natación.

En este año atípico el presidente apenas si salió del país. Pero sí tuvo entrevistas con los tres presidentes del Mercosur. Se reunió con Jair Bolsonaro en Brasil, con el presidente de Argentina, Alberto Fernández, y con el de Paraguay, Mario Abdo, en Uruguay. Con los tres habló de “flexibilizar” el bloque regional. Un tema al que le ha hincado el diente con particular interés. En su visita al Parlamento anunció que ese será un eje temático de su política exterior.

Información Nacional
2021-03-04T00:50:00