¡Hola!
Hay más de 467.000 birrodados circulando —la moto del trabajador, la del ladrón piraña, las de alguna tribu urbana— y son un factor de siniestralidad vial con altos costos humanos y económicos, además de causa de la baja en el rendimiento de los mal dormidos
¡Hola!
Accedé a una selección de artículos gratuitos, alertas de noticias y boletines exclusivos de Búsqueda y Galería.
El venció tu suscripción de Búsqueda y Galería. Para poder continuar accediendo a los beneficios de tu plan es necesario que realices el pago de tu suscripción.
En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acá¿Me estoy poniendo viejo? Una de las señales es que mi sueño es cada vez más liviano y cualquier ruido me despierta; las motos con escape abierto se han vuelto como las justicieras erinias (o furias, en la mitología romana) al perturbar el descanso. Pero ese no es el único problema ni el más grave como sociedad con estos birrodados, como los llaman mis colegas de policiales y algunas categorías estadísticas.
Soy Ismael Grau, soñoliento editor de Economía en Búsqueda y autor de Detrás de los números; en esta entrega de la newsletter escribo sobre este medio de transporte vital para muchos laburantes, un instrumento para arrebatos y los más recientes robos piraña, una pieza de culto para ciertas tribus urbanas, un factor de siniestralidad vial con altos costos humanos y económicos, además de causa de la baja en el rendimiento de los mal dormidos tras una noche ruidosa.
Un parque creciente
Como en otras partes del mundo, tenemos cada vez más automotores de todo tipo circulando por el país; a fin del año pasado eran casi tres millones registrados en el Sucive (un 3,6% más que en 2023). Las estadísticas que surgen de este sistema de patente única informan que los birrodados —una categoría que abarca motos, motocicletas, ciclomotores y motonetas— eran 467.288, el 29% del parque total. Esa cifra considera solo a aquellos vehículos activos, es decir, los que, en los últimos dos años, o fueron empadronados por primera vez o tenían al menos un pago de patente en ese lapso (por lo cual, seguramente hay, además, unos cuantos en circulación pero inactivos para el Sucive).
Se calcula que se están vendiendo tantas motos nuevas como automóviles al año, unos 65.000; en esta reciente nota de Búsqueda podés leer más detalles sobre este mercado.
Otros datos, en este caso del Censo de 2023: a escala nacional, el 28% de los hogares tenía un ciclomotor o motocicleta. En el interior son parte del paisaje; en Cerro Largo, Treinta y Tres y Durazno son más aquellos con moto que los que tienen computadora, laptop o tablet.
Como es un medio de transporte relativamente económico y práctico para moverse en una Montevideo “intransitable” —como definió hace poco el más mediático empresario de los ómnibus—, anda zumbando la moto del delivery, la del albañil que va a la obra, la de los planchas y la de algún motoquero. En otro nivel, hasta la Harley-Davidson de Luis Lacalle Pou comparte calle.
Ruido y controles
La Intendencia de Montevideo considera ruidos molestos en general a los que, medidos dentro de una casa, superan los 45 decibeles (dB) —como el de una sala con gente interactuando o una calle poco transitada— entre las 7 y las 22 horas, y 39 dB de 22 a 7. Para los vehículos, el umbral de tolerancia varía según su tipo y es de 88 dB para las motos (una aspiradora produce unos 90). La intendencia exige utilizar silenciadores aprobados por su Servicio de Instalaciones Mecánicas y Eléctricas.
Vivo en un piso alto sobre una avenida hacia el oeste de la ciudad, en el Municipio C. Mi medición casera —con una aplicación que descargué en el celular— registró en torno a 40 dB durante un día de semana y algo más cuando pasan motos con escape libre, que son bastante frecuentes. Para la intendencia y su disposición, no llegan a ser molestos; para mí, sí.
Para esta edición de la newsletter, a la intendencia le pedí datos sobre las últimas mediciones de contaminación sonora promedio diario y máximos disponibles, por barrios, municipios, avenidas o calles de Montevideo. Me contestó que no “cuenta con la información sistematizada”, una respuesta que me dejó haciendo ruido; ¿no debería tenerla para monitorear esa polución sonora en la ciudad?
Sí me entregó otros datos. Desde que inició las fiscalizaciones de las motos con escape libre —el 31 de mayo de 2023— y que habilitó las denuncias a través de un WhatsApp, hasta que le hice el pedido de acceso a la información pública, recibió 929 quejas en todo Montevideo. Los municipios con mayor cantidad de operativos de control de motos o similares a partir de estas denuncias fueron el B (47 en promedio anual entre 2023 y lo que va de 2025), en el mío (37) y en el CH (37); el G, más suburbano, parece ser el menos ruidoso.
Desde que lanzó aquella campaña de fiscalización, la intendencia aplicó 457 infracciones por “carecer de silenciador”. En caso de no haber regularizado la situación del vehículo dentro de cierto plazo, el motociclista debe pagar de multa 10 unidades reajustables, unos $ 18.200.
Muchos estudios internacionales señalan los efectos físicos y psicosociales adversos por dormir mal a causa de los ruidos del entorno; encontré algunos —no muchos y no de acá— que analizan específicamente las consecuencias sobre la productividad de las personas. Por ejemplo, un trabajo académico publicado en 2019 en la revista Estudios Demográficos y Urbanos constató, para la ciudad de Matamoros —con unos 500.000 habitantes y 267.000 vehículos— en el norte de México, que la somnolencia y falta de ánimo a causa de ruidos de la calle afectó el rendimiento de día en las actividades cotidianas del 27% de los encuestados. Empatizo con esos matamorenses mal dormidos.
Las pérdidas
Otra dimensión relacionada con las motos en circulación va más allá de sus rugidos.
El año pasado hubo unos 21.600 siniestros de tránsito en todo el país. Según la Unidad Nacional de Seguridad Vial (Unasev), el 65% de las personas lesionadas iban en moto (17.710); la mayoría tenía entre 15 y 34 años. De los 434 fallecidos en todos los siniestros con automotores, 213 eran motociclistas, también con una proporción alta de jóvenes.
Además del dolor familiar por la pérdida de una vida, esta siniestralidad vial tiene un impacto económico por la asistencia médica de los lesionados y eventualmente el costo de una pensión, si el accidentado queda imposibilitado de trabajar.
Tomando datos de 2015 a 2019, la Unasev les puso números a esos costos económicos para la sociedad, calculados en términos de “años de vida saludable”. Por los siniestros con motos, fueron 18.000 años perdidos anualmente en el país; son el vehículo con mayor incidencia (58%) en la pérdida global, estimada para ese período en 32.248 años.
Cierro con una recomendación de lectura de Búsqueda: esta entrevista de Javier Alfonso al músico Garo Arakelian, que arranca aludiendo a otros ruidos de la vida actual que nos provocan contaminación mental.
Ya sabés que, con gusto, recibo y contesto comentarios, críticas o sugerencias a través de este mail: [email protected]
Me tomo un breve descanso de la newsletter, que, por cierto, ¡está cumpliendo un año (que tuvo, entre otras cosas, temas como el carnaval electoral, el fracasómetro, los viajes, el ahorro, las disparidades socioeconómicas por departamentos, los inmuebles estatales, los funcionarios públicos, la semiótica de nuestros billetes, los vivos y los giles, la antinostalgia, el consumo de esparcimiento actual, la emancipación de los jóvenes y el drama de las cárceles)! Gracias por tu interés. Vuelvo a escribirte en un mes.
¡Buena semana!
Si recibiste este correo, es porque sos suscriptor o te registraste alguna vez para leer notas de Búsqueda. Para suscribirte, cliqueá aquí.