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    ‘La existencia está en otra parte. Relatos a cien años del manifiesto surrealista’, de Fin de Siglo

    Aquellos sueños trajeron estos relatos: 26 representantes de la literatura uruguaya escriben en celebración del movimiento artístico que sacudió un siglo

    Escritura automática, exploración del subconsciente, imaginación desbordante, situaciones insólitas, metáforas, símbolos e imágenes, muchas imágenes. La literatura surrealista se alimentó de lo irracional y de los sueños y produjo poesía y relatos poéticos, pero antes que nada sucediera hubo un texto que le dio fundamento a su movimiento: el Primer manifiesto del surrealismo. Lo escribió André Breton hace 100 años y lo publicó el 15 de octubre de 1925. Cinco años después, cuando todo ya estaba en marcha, hubo un Segundo manifiesto del surrealismo escrito por Breton y Paul Éluard.

    “Únicamente la palabra libertad tiene el poder de exaltarme. Me parece justo y bueno mantener indefinidamente este viejo fanatismo humano. Sin duda alguna, se basa en mi única aspiración legítima. Pese a tantas y tantas desgracias como hemos heredado, es preciso reconocer que se nos ha legado una libertad espiritual suma”, escribió Breton en aquel primer texto.

    Los surrealistas se volcaron más hacia las artes plásticas que hacia la literatura, pero todos escribieron. Breton publicó Nadja, una narración poética que mezcla su experiencia personal con un personaje fantasmal llamado Nadja. Salvador Dalí, excéntrico y genial, escribió un texto titulado La vida secreta de Salvador Dalí, en la que intercaló narración y arte. René Maggritte escribió textos filosóficos, aunque el mundo lo recuerda por sus increíbles pinturas; Éluard fue sobre todo un poeta onírico y Marx Ernst combinó prosa con collage en Historia natural.

    Hubo también precursores de la literatura surrealista como Lautréamont con Los cantos de Maldoror (1869), con sus imágenes provocadoras, irracionales y subversivas.

    A 100 años de la fundación de aquella vanguardia que cambió la concepción del arte en el siglo XX, la escritora Virginia Mórtola (primer premio en Narrativa en los Premios a las Letras del MEC con su novela Ni Dios sabía) convocó a escritores uruguayos para que escribieran relatos surrealistas. El resultado fue La existencia está en otra parte (Fin de Siglo, 2024), un libro de acertado título que sumerge a quien lo lee en el mundo de los sueños y del inconsciente, a la vez que se mantiene en paralelo con el otro mundo, el de la vigilia y el de la vida cotidiana, a veces tan amenazante como el de las pesadillas.

    “Breton propone otorgar supremacía a la actividad onírica: sumergirse en sus laberintos, perderse en sus paisajes recónditos, dejarse arremolinar por sus corrientes y navegar, mancos de remos, en sus aguas. No comprende que una parte tan considerable de la actividad psíquica haya sido desatendida hasta entonces. Le sorprende la poca seriedad y la indiferencia que ha tenido el sueño”, escribió Mórtola en el prólogo.

    Esa actividad onírica, que siempre tenemos, aunque a veces apenas recordamos al despertar, se reactivó en quienes escribieron sus relatos para La existencia está en otra parte. La pertenencia a distintas generaciones y, por lo tanto, con trayectorias literarias diversas, le da al conjunto riqueza de estilos. Hay autores que vienen del realismo, otros de la ciencia ficción o de la fantasía o de la novela policial y todos, sin perder su propia impronta, se plegaron a este viaje surrealista. Por suerte ninguno experimentó con la escritura automática.

    Algunos optaron por hablar directamente de los sueños, como José Arenas en Todo sueño es una pesadilla, un relato angustiante. “No soñé durante mucho tiempo. Los antipsicóticos callaron las voces de mi cabeza. Creo que allí durmieron también mis criaturas. Luego el cuerpo, la sangre, los nervios se acostumbraron al químico. Entonces volví a soñar”, dice el personaje, al que le espera algo peor cuando despierta.

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    André Breton fotografiado por Henri Manuel, 1927

    André Breton fotografiado por Henri Manuel, 1927

    Gonzalo Baz también apunta a los sueños en su cuento Escalera en la casita del árbol. Ambientado en Buenos Aires, mezcla el absurdo que vive un inquilino en el edificio en el que vive con su vida onírica. Y todo tiene un aire muy borgeano. “Alguien me dijo que una buena forma de analizar los sueños era ponerse en el lugar de los objetos, lugares o personas que aparecen en ellos. Imagino sueños de segundo y tercer orden, o sea, los sueños de quienes aparecen en un sueño y así”.

    En Laica, Lorena Spatakis relaciona el ladrido de una perra con los sueños de su protagonista. Para ella, los ladridos son peces. Y en Popocatépetl, Emanuel Bremermann crea una historia de imágenes inquietantes en un diario delirante lleno de lava, cráteres y un volcán que explota por las noches.

    En algunos aparecen personajes literarios reales, como lo hace Gustavo Espinosa en Último encuentro con Amir Hamed, en el que aprovecha para hacerle un homenaje a su amigo. “Lo que pasa, querido, es que usted está muerto. A esta altura es evidente que la única razón por la que estamos conversando acá es que yo estoy soñando”. Ramiro Sanchiz en El año pasado en Ventomedio alude a viejos y nuevos narradores que transitan por Ventomedio, una Montevideo que es y no es la real. Y el personaje de El otro lado, de Martín Lasalt, sueña con Roberto Bolaño mientras piensa en las experiencias con ácido de Aldous Huxley.

    Es realmente surrealista el cuento de Gabriela Escobar, de título largo, Ella se interpone entre vos y tu acto más simple, parpadear, narrado a partir de descripciones que parecen salidas de un cuadro de Dalí: “De la boca de Lucía se desprende una segunda boca que cuelga, luego cae y ríe en el suelo”. Mientras que Cecilia Ríos navega con su prosa poética por un mar de sensaciones. “Mirábamos el vértigo de la corriente, las ondas sobre la superficie oscura y los retazos de telas, maderas y pájaros muertos”, dice su cuento Canciones del desamor.

    Carolina Bello, Claudio Invernizzi, Rosario Lázaro Igoa, Tamara Silva, Mayra Nebril, Selene Hékate, Bruno Cancio, Regina Ramos, Mariano González, Rodolfo Santullo, Magdalena Portillo, Luis Bravo, Matías Mateus, Mercedes Rosende, Mercedes Estramil y Leonardo de León son los otros escritores que integran el libro.

    Las sensaciones a flor de piel, los sentidos que perciben lo que no tienen que percibir, el sueño y el despertar que atemorizan: un gran homenaje de muy buenos representantes de la literatura uruguaya a aquellos artistas que sacudieron un siglo. Y su sacudón aún se siente.