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    Liberales: Uruguay va camino a una elección con escasa oferta pro mercado

    Desde hace poco más de un mes Argentina está experimentando cómo es tener a un presidente que se dice libertario, aunque miles o millones seguramente le dieron el voto a Javier Milei más enojados con el peronismo kirchnerista que por adherir a esa corriente de pensamiento. Mientras, en Uruguay, el gobierno de Luis Lacalle Pou va consumiendo una cuenta regresiva a la que le restan unos 400 días y el menú electoral está quedando servido casi sin entusiastas defensores de las ideas económicas liberales entre los que optar.

    Cargado de decepción, un reciente análisis puso en espejo la actual etapa política de ambos países rioplatenses. “Si la mera existencia de Milei al frente de la Casa Rosada genera tempestades en el planeta, por revulsivo, por loco, por arriesgado, por auténtico, por fanático o por lo que sea, que hasta logra una movilización en su contra en Uruguay, ¿cómo no pensar que su cruzada libertaria va a influir en la campaña electoral de 2024? Es de miope creer que no habrá un impacto en el electorado. También evidencia la ausencia del discurso liberal en Uruguay hoy”, reflexionó Daniel Supervielle, analista y director de comunicación estratégica y política del Centro de Estudios de la Realidad Económica y Social (Ceres) en una columna publicada el sábado 20 en el portal El Observador.

    “Lamentablemente Jorge Batlle no era inmortal. Lo que lleva a preguntarme: ¿quién defiende o simboliza el discurso liberal en Uruguay hoy? La respuesta es simple: nadie”, lamentó. Según él, ni los gobiernos colorados de Julio María Sanguinetti ni el actual de Lacalle Pou “se caracterizaron por ser excesivamente liberales. Fueron esencialmente moderados, donde el péndulo quedó en el medio. El Estado necesario, pero no en retirada sino firme y presente”. Ese discurso tampoco lo ve en el Partido Independiente —“esencialmente democratacristiano”— ni en los precandidatos del Partido Nacional Álvaro Delgado, Laura Raffo y Jorge Gandini. Al Frente Amplio, sostiene, “la existencia de Milei le produce, lo mínimo, arcadas”. Supervielle identifica hasta ahora “solo dos expresiones apenas perceptibles: el Partido Libertario recientemente fundado, y Guzmán Acosta y Lara, aspirante presidencial colorado por el sector Viento de Cambio, por el video “imitando a Milei” que semanas atrás circuló por las redes sociales en el que propone eliminar ministerios.

    Reformas liberales

    Uruguay tuvo un impulso liberal al inicio de la última dictadura y algunas de aquellas reformas perduraron. Su mentor y ejecutor principal fue Alejandro Végh Villegas, como ministro de Economía (1974-1976 y 1983-1985).

    Para Végh, después del restablecimiento democrático hubo una cierta línea de continuidad, señaló en una entrevista con Búsqueda en 2014, tres años antes de morir. “Han pasado los tres partidos más importantes y no hubo cambios fundamentales. Se tiende a mantener principios muy importantes: la apertura de la economía, la disciplina fiscal y monetaria, y la flotación del tipo de cambio, evitando las cosas absurdas del pasado”. Admitió que en los períodos del Frente Amplio sí se vio una “mayor preocupación por la igualdad, que es un tema que no figura como una prioridad en la línea liberal” que, dijo, él preconizaba. “Mi visión es que el objetivo de la igualdad es un poco artificial porque desconoce el hecho de que el género humano es naturalmente desigual. Por tanto, el objetivo de la igualdad llevado al nivel de una preocupación esencial es incompatible con el principio de la libertad de comercio. Así que puede haber algunas diferencias, si bien las líneas esenciales se han mantenido. El Impuesto a la Renta (de las Personas Físicas) es una diferencia. Pero era una diferencia ya previa al Frente Amplio: el Partido Nacional lo implementó y yo lo derogué. Luego lo restableció (el entonces ministro de Economía Danilo) Astori”. Végh se proclamó “un creyente de los principios de (José) Batlle y Ordóñez, que era un enemigo a muerte del Impuesto a la Renta. De Batlle y Ordóñez no se puede decir que era de izquierda, pero el batillismo fue en su momento un movimiento más bien de izquierda, y sin embargo era enemigo de ese tributo. Así que las cosas no son tan claras”.

    “Sobre el pensamiento de (Ramón) Díaz (fundador de Búsqueda y presidente del Banco Central entre 1990 y 1993) y de las medidas de Végh Villegas prácticamente hoy no hay discusión. Podrá haber una visión más radical, pero ya no se discute que no es bueno tener déficit fiscal, que hay que tener la inflación controlada, que un país chico debe abrirse al mundo, que debe tener la mayor cantidad posible de tratados”, coincidió María Dolores Benavente, presidenta de la Academia Nacional de Economía. Reconoció, sin embargo, que el debate sobre el rol estatal aún no está zanjado: “La intervención del Estado adormece la mentalidad empresarial, en el mejor de los casos, y en el peor, lleva a buscar privilegios y a lobbies mal entendidos. La reforma del Estado está por hacerse”.

    Los expresidentes Luis Alberto Lacalle y Jorge Batlle, en la residencia de Suárez y Reyes en 2016. Foto: Javier Calvelo / adhocFOTOS

    En democracia, otros impulsos orientados a darle mayor espacio al sector privado, a abrir la economía al comercio exterior y desregular mercados tuvieron lugar a comienzos de los noventa, bajo la presidencia del blanco Luis Alberto Lacalle Herrera (1990-1995), y una década después, con el colorado Jorge Batlle como mandatario (2000-2005).

    De todos modos, en los últimos 30 años, la mayor parte del tiempo los uruguayos tuvieron un “policy mood” o “humor de política” ubicado en la vereda de enfrente; ese concepto, desarrollado por el politólogo estadounidense James Stimson, permite identificar la “disposición general” del público (las preferencias agregadas, no individuales) a las cuestiones de política evaluando si la gente se vuelca hacia el lado conservador o liberal en muchos temas de política pública (lo que en Uruguay equivaldría a derecha o izquierda). Según una investigación de Rosario Queirolo, Juan Bogliaccini, Eliana Álvarez, Martín Opertti y Peter Enns a partir de bases históricas de encuestas de las consultoras Cifra y Opción, el valor del humor de política fue predominantemente “de derecha” solamente entre 1997 y 2000, otra vez en 2010 y 2014, para en los años más recientes de la serie volver a mostrar un ligero movimiento hacia ese lado del eje ideológico .

    Para el expresidente colorado Julio María Sanguinetti, el actual gobierno de coalición pentapartidario ha sido de “centro”; “Uruguay es un Estado con estructura socialdemócrata” y ni blancos ni frenteamplistas han logrado modificarlo.

    ¿Dónde están los liberales?

    Por definición —cuanto menos Estado, más oportunidades para el desarrollo de los negocios privados—, los empresarios uruguayos son pro mercado. Pero, ya sea por evitar meterse en cuestiones que rozan con la política, para no quedar en falsa escuadra si son contratistas o beneficiarios del Estado o por otras razones, en general solo defienden esa postura en sus círculos íntimos. Sí algunas de las organizaciones que los representan, como la Confederación de Cámaras Empresariales o el movimiento Un Solo Uruguay (USU), abogan más abiertamente por el liberalismo económico.

    Entre los entendidos en economía, varios de los liberales más o menos notorios están vinculados a aquellos impulsos de inicios de los noventa y de los 2000, como Javier de Haedo, Alberto Bensión, Julio de Brun e Isaac Alfie, quienes ocuparon cargos jerárquicos en una u otra de esas administraciones (y, el último mencionado, también en la actual). Crítico del “social estatismo batllista” como “religión oficial de Uruguay”, De Haedo, que fue subsecretario de Economía en el período de Lacalle Herrera, reivindica sin embargo al expresidente colorado: “Nos hace falta más batllismo de Jorge que de Pepe (por José Batlle y Ordóñez)”, dijo en el libro Economistas, economía y política, de Rodolfo Fito Garcé y Javier Rodríguez Weber. También tienen un perfil liberal Benavente y Hernán Bonilla, presidente del Centro de Estudios para el Desarrollo (CED) y otros integrantes de este think tank que, como el Ceres, se dedica entre otras cosas a promover políticas de esa corriente.

    Entre casi 3.200 egresados de las distintas facultades de Economía encuestados para una investigación de la Universidad de la República que preguntó quiénes son sus economistas “referentes”, los liberales quedaron en zaga; de los de afuera, el último de la lista de mencionados fue, curiosamente, Milei.

    En el ámbito de los medios de comunicación hay algunos autoproclamados liberales en sentido amplio o referido estrictamente a lo económico, como Orlando Petinatti, Sergio Puglia, Ignacio Álvarez, Fernando Marguery, varios editorialistas y columnistas del diario El País, y Ricardo Peirano, quien en su última columna en El Observador elogió la reciente intervención de Milei en el Foro Económico Mundial de Davos. Conrado Hugues, director de la Oficina de Planeamiento y Presupuesto (1990-1993) en el inicio del gobierno de Lacalle Herrera, ha defendido esas ideas como panelista televisivo y radial. Por su lado, un comunicador devenido en político, Gerardo Sotelo —hoy presidente del Servicio de Comunicación Audiovisual Nacional—, se dice “liberalismo igualitarista”.

    En la intelectualidad uruguaya se identifican como liberales por ejemplo los escritores Mercedes Vigil, Pablo Vierci y el ensayista Rodolfo Fattoruso. “Hay un 10% de liberales” en el medio literario, aseguró ella, en 2018, a MontevideoPortal. En expresiones culturales como el carnaval probablemente sean menos.

    Esta lista, por supuesto, es incompleta y no exenta de eventuales conversos.

    En la política, donde es un requisito encasillarse, los referentes liberales, en la actualidad, son minoría, como señala Supervielle. Pero no es algo exclusivo de Uruguay.

    Andrés Velasco, un exministro de Hacienda de Chile y Professor of Professional Practice in International Development en la Escuela de Asuntos Públicos e Internacionales de Columbia University, Estados Unidos, advertía en 2016 una expansión de los populistas anti-liberales a escala global. “Algunos culpan a la globalización arrolladora, otros a la desigualdad de ingresos y otros a élites desconectadas que simplemente ‘no entienden’” aunque, para él, el problema no es solo económico sino político. “Temerosos de la censura o la opresión, los pensadores liberales más a menudo han optado por la neutralidad moral”, planteó en esa columna —titulada Liberales a las barricadas— publicada en Búsqueda.

    Entre los políticos en rodaje hoy en Uruguay, los que defienden en un grado más o menos contundente el liberalismo económico en general se cobijan en el Herrerismo, son colorados “jorgistas” o participan en corrientes como la Agrupación Libertad, que en las internas de junio apoyará la precandidatura de Gabriel Gurméndez, quien el sábado 27, en un acto en Canelones, cuestionó los monopolios que “ahogan” y se refirió a Uruguay como el “único país de mundo” con el “afán de regularlo todo”.

    A su posicionamiento ideológico, algunos dirigentes le ponen un primer y hasta segundo apellido aclaratorio, como lo hizo Ernesto Talvi cuando en 2019 lanzó su carrera política —luego autocancelada—; él se definía como “liberal, progresista e internacionalista”.

    Para la actual ministra de Economía, Azucena Arbeleche, “conceptos como liberal o neoliberal son muy difíciles de definir. (...) No estoy clara con esas definiciones. Liberal en los fundamentos económicos y en el mercado en la medida que eso no esté perjudicando a determinadas personas. Acá el centro tiene que ser la persona”, decía, haciendo campaña por los blancos en 2014, para aclarar que Lacalle Pou no era exactamente lo mismo que su padre, Lacalle Herrera.

    En la elección pasada el empresario Juan Sartori buscó votos hablando de alguna idea pro mercado. “Yo no voy a generar los 100.000 puestos (que él prometía), yo voy a generar las condiciones” para atraer inversión bajando impuestos, afirmaba como precandidato. Pero la plataforma sartorista y, luego, su gestión como senador, quedó difícil de encasillar.

    En junio próximo, en una interna que todavía no está claro si será competitiva o no, y en octubre, entrará a la cancha electoral el Partido Libertario, autorizado recientemente por la Corte con 2.226 firmas válidas. Su Carta de Principios postula al individuo como “sujeto moral por excelencia”. También defiende la “democracia sin demagogia” y, en lo económico, proclama la “separación del Estado y la economía”, reivindica el lucro y rechaza el “curso forzoso de la moneda”. Nahuel Speranza, vicepresidente del directorio, dijo a Búsqueda que entre los adherentes al novel partido no hay “figuras reconocidas de la política tradicional” y tampoco pretenden incorporarlos. En su opinión, hoy “no hay representantes en la política uruguaya y en el Parlamento que sean verdaderos defensores de los ideales liberales. Todo el mundo se considera liberal, pero el concepto se ha tergiversado”, cuestionó.

    Cree que Jorge Batlle fue un “caso atípico en el partido más estatista en la historia” y lamenta que las ideas de ese político “tristemente, no fueron bien recibidas”. A Ramón Díaz, Speranza lo considera uno de los pocos liberales “puros” que tuvo Uruguay.

    “Admiramos la experiencia del Partido Liberal en 2004, que intentó verdaderas ideas liberales”, pero “después de la crisis del 2002, el desencanto con los partidos tradicionales y del auge del Frente Amplio, no estaban dadas las condiciones, como ahora, para dar un verdadero debate” a favor del liberalismo, afirmó el dirigente libertario.

    Aunque la formación del Partido Libertario llegó a trascender como noticia fuera de fronteras asociándolo a la “admiración” de algunos de sus impulsores por Milei, Speranza asegura que el presidente argentino es una influencia no determinante para ellos. Su mirada liberal es, dice, con un “análisis y en las condiciones uruguayas”.

    “Marketing” liberal

    Para Ignacio de Posadas, ministro de Economía entre 1992 y 1995, al liberalismo económico le falta mejor marketing para hacer frente al “‘packaging’ progre”; es algo que no se vende solo. Sus políticas “son más contraintuitivas y, con frecuencia, más duras, hasta parecer despiadadas. Son eficaces (si se les da tiempo), pero raramente simpáticas. Comprenderlas y aceptarlas requieren esfuerzos y los resultados vienen después de los sacrificios. A lo anterior se suma que los pueblos tienen memoria corta” (Búsqueda Nº 2.107).

    De Posadas representa, para algunos, el prototipo de liberal blanco. En el libro Palabra de hombre. Confesiones de once varones uruguayos, de Marcello Figueredo, este abogado se definió “afín a ciertas corrientes del liberalismo, pero dentro del liberalismo hay corrientes muy dispares. Por ejemplo, hay un liberalismo ateo al cual yo no me siento muy cercano. (Friederich) Hayek, que es uno de los epítomes del liberalismo, parte de la premisa de que Dios no existe, o que si existe no se sabe y por lo tanto hay que dejarlo de costado. Esa no es mi premisa. También hay que distinguir hasta dónde se puede ir en la práctica con los principios liberales. En Uruguay todo es muy simplista: se cree que ser liberal es dejar todo en manos del mercado. No es así. ¿Soy liberal? Presumo que sí, pero repito: hay muchos liberales”.

    En Argentina, desde escenarios y estudios de televisión Milei hizo campaña —“marketing”— por las ideas liberales antes de llegar a la política y, luego, a la presidencia. En una entrevista mantenida con Búsqueda enseguida de haber sido electo diputado, a fines de 2021, expuso similares argumentos que los que llevó hace pocos días a su charla ante líderes empresariales y políticos del mundo en Davos, Suiza: “Aquellos países que son más libres son ocho veces más ricos que los reprimidos; su decil (de ingresos) más bajo de la distribución están 11 veces mejor que sus pares de los países reprimidos; tienen entre 25 y 50 veces menos pobres —según se tome la definición extrema o la estándar—; y la gente allí vive un 25% más. Cuantitativamente, la diferencia es notoria. Pero, además, está la cuestión moral: ahí también el sistema de libre empresa es superior en el plano moral. Porque los valores que abraza el socialismo son la envidia, el odio, el resentimiento, el trato desigual frente a la ley, el robo y el asesinato. Y del otro lado: el respeto irrestricto del proyecto de vida del prójimo, en defensa del derecho a la vida, a la libertad y a la propiedad, y cuyas instituciones son la propiedad privada, los intercambios libres, la libre competencia —en el sentido de Adam Smith y no el neoclásico—, la cooperación social, la división del trabajo. Aquel al que le va bien en el capitalismo es, en realidad, un benefactor social. Es un sistema que premia el esfuerzo, el trabajo y además conduce a la paz, porque como decía (Frederic) Bastiat donde entra el comercio no entran las balas”.

    “Liberalismo a la uruguaya”

    El actual presidente hizo campaña en 2019 señalando que el gasto público en el último período frenteamplista se había ido de madre y prometió “aflojar la cincha” de cargas fiscales al sector privado, entre otras cosas reduciendo la plantilla de funcionarios públicos, liberando el mercado de los combustibles y desregulando algunas actividades. Afectada por crisis como la del Covid, el golpe económico por la reciente sequía o los desacuerdos en la coalición oficialista, esa agenda se cumplió solo parcialmente (aunque su Ministerio de Economía prepara, desde hace tiempo, medidas para estimular la competencia y repensar los incentivos a la inversión).

    Roberto Palermo, presidente de la Banca de Quinielas de Montevideo, cree que el mandatario demostró su espíritu liberal cuando, en la pandemia, optó por la “libertad responsable” en vez de cerrar la economía pero que, en materia de reformas, fue hasta donde pudo. “Falta una discusión de ideologías en el país; en siglos pasados eso se daba. Entonces, han ido a la práctica de decir: ‘Llego hasta acá a ver si nadie salta. Y después un poquito más allá’. Pero no hay un plan avasallante para desregular o lo que sea. Está faltando eso. Y el presidente hace lo que puede; si quisiera desregular con más rapidez podría tener el problema de la paralización del país. No hay una política de microeconomía para las empresas, que eso sí se podría hacer”, reclamó ese empresario.

    El USU, un movimiento surgido espontáneamente en 2018 entre productores agropecuarios al que luego se sumaron otros sectores empresariales y sociales, volvió a expresar su descontento con el peso del Estado en el acto anual que tuvo lugar la semana pasada en Mal Abrigo y reivindicó la figura de Milei; según la diaria, asistieron cerca de un centenar de personas, en contraste con las multitudinarias primeras convocatorias.

    “La ley ómnibus de Milei, sacando el capítulo de las privatizaciones, el 65-70% son aspectos que en Uruguay es común y corriente absolutamente. Entonces lo que hay con Milei es una adoración teórica. (...) Los gobiernos que más desregularon en la historia de Uruguay son los blancos. (...) Yo soy el ala más liberal del Partido Nacional, conceptualmente, no libertaria del leoncito. ¿Por qué? Porque se aplican los trajes a medida”, dijo el sábado 27 en la misma publicación el senador blanco Sebastián Da Silva.

    El politólogo e historiador Gerardo Caetano sostiene que “quien modera el ‘liberalismo conservador’ del presidente Lacalle Pou en materia económica y social es más Cabildo Abierto que el Partido Colorado”.

    Desde el exterior, el analista Álvaro Caso Bello, de la Universidad de Ottawa, escribió en la edición de enero de la revista Americas Quarterly que, “a la luz de las promesas de Lacalle Pou de mayor libertad, los analistas ven un vínculo entre indicadores económicos estables (o estancados) y una falta percibida de compromiso con reformas estructurales más profundas para un mayor crecimiento. En otras palabras, al implementar reformas de una manera excesivamente a la uruguaya, el gobierno está generando críticas desde algunos sectores favorables al mercado y a las empresas”.

    Para Agustín Iturralde, el presidente “es un liberal a su forma, con su impronta, sin extremismos. Uruguay no tiene lugar para un Milei, ¡por suerte! Eso es razonable, no tiene nada que ver con nuestra identidad”.

    Este economista, que hace pocos días dejó de ser director del CED para integrarse como coordinador del programa del precandidato blanco Álvaro Delgado, piensa que en Uruguay el liberalismo “no ha sido predominante; hay un espacio para encontrar un liberalismo a la uruguaya, apegado a nuestra identidad”.

    Según Milei, el discurso de Lacalle Pou “tiene una perspectiva liberal. Lo que pasa es que hay distintas familias de liberales. Tenés liberales clásicos, minarquistas y anarcocapitalistas. Están los libertarios también, a los que otros llaman conservadores. Lo que sucede es que cuando vos te involucrás en la política están las restricciones del mundo real, las que están dadas, ¡está el río ahí! Se llama condición de Estado. Y después están las restricciones generadas por el propio sistema político. Ahora, la secuencialidad con que vos encarás esa lucha tampoco es trivial y eso está muy bien planteado en la Teoría del Segundo Mejor, de Lipsey y Lancaster; es cómo vas enfrentando la solución de esas restricciones. Entonces, a veces la evaluación de ese contexto sin tener en cuenta los zapatos de quien está tomando las decisiones puede ser desafortunada”, analizó en la conversación que mantuvo con Búsqueda en 2021. “Eso hace que, de repente, en la vida real, un liberal, aun cuando tuviera una posición filosófica anarcocapitalista, podría terminar —a los ojos de un anarcocapitalista— operando como un liberal clásico”, añadió.

    Respecto al Mercosur y el pedido de “flexibilidad” para ppoder negociar acuerdos con terceros reclamado por Lacalle Pou, el hoy presidente argentino fue tajante: en vez de eso, eliminar directamente al bloque subregional. “Porque en el fondo es comercio administrado por los Estados en el Mercosur. ¿Por qué el gobierno tiene que estar regulando nuestras transacciones comerciales?, ¿a título de qué?”.

    Economía
    2024-01-31T17:39:00